martes, 14 de junio de 2011

SOLO CONVERSABAMOS...

Conversábamos como ejercitan los atletas experimentados antes de una competencia, no tanto para preparar el cuerpo para las exigencias que requiere la ocasión sino más bien para calmar las emociones que pueden traicionar la mente y causar ese desequilibrio que puede hacerles caer en el error de exigir cuando no se debe y dejarlo de hacer cuando es necesario; así conversábamos, sin la mínima intención de medirnos en una pista de carrera, porque a veces nos equivocamos al pensar que eso es la vida ¡una pista de carrera! y da risa cuando nos vemos inmerso en semejante error, yo suelo reírme: que la vida es una competencia, que hay que llegar primero, que hay que ganarle a no sé qué, tonterías de escritores de fabulas tontas, conferencistas que quieren causar sensación con palabras vacías y teorías tan falsas no soportan dos minutos fuera del escenario donde son expuestas.

Conversábamos porque la vida a veces no es más que palabras que corren de un lugar a otro, que son escuchadas o leídas y luego olvidadas, porque no tiene sentido sentarse en la sala de emergencia de un hospital al lado del otro, uno con esa agonía de no saber qué pasará en diez minutos, si saldrá el médico y dirá que todo está bien, que es un varón sano o que así es la vida, que uno no sabe lo que le toca y que hay que seguir corriendo, mientras el otro no encuentra a qué aferrarse para seguir creyendo que el cáncer aun no se le lleva a la pareja, y los dos sin mirarse, sin conversar y permitirse la oportunidad de dejar que las palabras hagan lo suyo…

Y no era una sala de emergencia, pero nos urgía dejar correr los minutos, las horas, y tal vez los días; que corrieran ellos, minutos, horas y días, yo solo quería quedarme allí sentado, viendo la luz del sol debilitarse como los ojos del anciano sentado en el porche de su casa a las dos de la tarde mientras la brisa le roza el rostro y se va perdiendo en un mundo en el que los recuerdos tienen más fuerza que el presente, solo quería estar allí y ver desfilar un siglo entero sin enterarme de los cambios, contemplando el horizonte sin ningún blanco fijo, porque la gente se empeña en creer que hay un destino hacia donde correr, un blanco al cual apuntar, pero aquella tarde me importaba un carajo el destino, no me presionaba el destino ni mis treinta vacíos y solitarios, decidí que no dejaría que un propósito se burlara de mí y me obligara a pesarme en una balanza que siempre será desfavorable; y nos reíamos de los pobrecitos aquellos que no podían sentarse en una plaza y perder el tiempo ganando la vida… Porque solemos confundir el tiempo con vida, como si fuera tan difícil saber que la vida son instantes libres del tiempo, por eso cuesta vivir porque no sabemos caminar sin las cadenas del tiempo…


No recuerdo de qué conversamos, y me río mientras intento recordarlo sin conseguirlo, es que fue grato el momento, no transcurrió un siglo, pero fui libre del tiempo mientras estuvo a mi lado, disfruté de la vida, de la vida desnuda y crudita, aun sonrío cuando recuerdo sus ojos y gestos, y me sentaría una eternidad a su lado, conversaría con ella de las tonterías que son tonterías porque nadie las ha comprobado con sus tontos métodos una y otra vez solo para volver a vivir…

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